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VOLUNTARIOS CON SELLO UP – Testimonio de Javier Dávila

 

¿Alguien sabe si el voluntariado es obligatorio? Esta es la pregunta que más me intriga durante las capacitaciones de voluntarios, ya que en más de una ocasión se ha afirmado que sí… yo incluido.

Mi nombre es Javier Dávila y actualmente ocupo el cargo de Coordinador del Taller del Voluntario UP en la sede de Bosque Real -Ciudad UP-.

Mi camino en el servicio social comenzó en mi primer semestre de carrera, como suele suceder con los nuevos ingresos, instándolos a completar las horas lo más pronto posible. Previamente, en mi preparatoria ya había realizado otros proyectos de servicio social por lo que ya estaba familiarizado con la dinámica, de manera que no me encontraba tan intrigado por mis siguientes 480 horas de servicio.

Mi primera experiencia con Compromiso Social fue en el evento denominado “Banderazo”; donde alrededor de 60 personas nos reunimos en el auditorio de la universidad para que nos presentaran el proyecto a realizar. Sin embargo, hubo un giro inesperado: el proyecto a realizar no era hacia los demás, sino es hacía nosotros -la formación de un voluntario social-.

El proyecto que me formó como voluntario fue el conocido como “Xochimilco”; caracterizado por su arduo trabajo físico. La tarea era construir un nuevo piso de adoquines de 3×30 metros, -algo bastante simple para 60 jóvenes voluntarios- pero no fue así.

El problema principal surgió al trasladar los adoquines. Ese día aprendí a cargar materiales pesados de diez formas diferentes, pero ninguna tan “ingeniosa” como la técnica utilizada por los estudiantes de ingeniería, quienes envolvieron los adoquines en bolsas y aprovecharon el lodo del lugar para que se deslizaran casi por sí solos. Fue en ese momento cuando entendí la verdadera función del proyecto: no se trataba de ayudar a los demás, sino de aprender a ayudar a los demás.

Mi perspectiva del proyecto cambió repentinamente y me enamoré de la iniciativa. Le pedí a mi líder de cuadrilla que me propusiera como candidato para el próximo semestre, y consecuentemente fui seleccionado como líder. Me desempeñé en este rol en tres proyectos más hasta llegar a ser coordinador.
La responsabilidad de ser líder es curiosa; uno debe ser amigo y jefe de personas de su misma edad, -y más de una vez me han tratado de usted-.

Una amiga de la carrera, que también fue líder del proyecto, me enseñó el secreto de un buen liderazgo: escuchar y observar. Ella era firme cuando era necesario, pero también sencilla y compasiva cuando la situación lo requería. Rápidamente ganó la confianza de los voluntarios y los inspiró para hacer un buen trabajo.
El proyecto nació con la finalidad aparente de hacer servicio social, pero su verdadera función es la formación de voluntarios sociales, no de una sola vez, sino de vida. Se trata de formar personas que viven para hacer bien lo que hacen, y hacer el bien en lo que hacen.